Amado mío,
Realmente después de tantos años durmiendo sola, el cuerpo
se acostumbra a la ausencia de caricias, al frio de las sabanas vacías y la
ausencia de aromas extraños en la almohada.
Después de tantos años de práctica y costumbres llegastes tú
para sorprender mi vida… Ofreciéndome tu dulce compañía durante una noche
solitaria en una playa lejana…
Te internastes en mi casa, mi cama, mis sabanas y mi alma.
Te internastes en mi corazón para no salir de allí nunca más y ser una de las
constantes en mi vida. Una constante de continuo cambio.
Llegastes para acompañarme durante las noches solitarias de Copacabana,
para luego dejarme libre de tus dulces aromas en mis sabanas y almohadas.
Y ahora, ¿será que tengo miedo de dormir sola…? Te busco
cada noche y cada mañana, buscando tu aroma en mis sabanas, buscando el calor
de tu cuerpo junto a mi cuerpo; buscando sentir ese amor que compartimos en
cada encuentro.
En medio de esa búsqueda puedo percibir que no se tiene
miedo de dormir solo, se tiene miedo a estar lejos de ti. Un miedo ilusorio ya
que siempre estaremos juntos, porque te internastes en todo mi ser.
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